En muchos sentidos, lo que ocurre y ocurrirá alrededor de nuestras
vidas depende de nuestra voluntad y de nuestra disposición para
perseverar. Es el impulso de cada individuo, la persistencia firme de
la voluntad y una fortaleza constante del carácter lo que compone el
factor dinámico y fundamental del triunfo, del éxito.
Pero
no siempre tenemos éxito, necesitamos con frecuencia ajustar nuestros
sueños, aprender de nuestros errores y adaptarnos a las circunstancias
que se nos van presentando. La inteligencia humana y el valor necesitan
unirse, fundirse por medio de nuestra resistencia creativa e
imaginativa. El impulso hacia el triunfo nos puede motivar fuertemente,
pero aparte de la capacidad, la sagacidad, la destreza y el
entrenamiento, el verdadero éxito requiere en grandes cantidades de
paciencia y determinación, tenacidad y persistencia. En cierto sentido
el que logremos nuestros fines es una función de si hemos descubierto
nuestros poderes, nuestras capacidades.
¿Por qué algunas
personas tienen confianza en sus poderes mientras que otras no? Es una
pregunta muy compleja aunque muy fácil de responder. La búsqueda de una
vida completa depende de la cantidad y calidad de la audacia e
involucra la convicción de que si intentamos algo, podremos hacerlo.
Los
antiguos filósofos griegos decían que "no sabemos lo que podemos hacer
hasta que lo intentamos". Pero, ¿por qué algunos hombres carecen de la
capacidad para intentar, mientras que otros están dispuestos a tomar
riesgos y a aventurarse? Algunos han aprendido la lección indiscutible
que "el que no arriesga, no gana".
Pero muchos otros
nunca se aventuran y prefieren la seguridad, gozan de su círculo de
confort. Muchos están abrumados por la indecisión y son incapaces e
indispuestos para decidir oportunamente, ellos permiten que los eventos
se les escurran como agua entre los dedos, impotentes para actuar o
conquistar. En ese proceso, se vuelven meros espectadores que se
debilitan cada vez má por la incertidumbre y la indecisión y son
abrumados por la precaución y el estremecimiento.
El
temor es una fuente de debilidad humana y mientras uno tenga miedo de
actuar, de llevar a cabo algo nuevo, no se puede pensar en la verdadera
autonomía, en la Libertad real. Hay un proverbio chino que dice "el
que se muestra renuente, pierde". Pero muchos no solamente vacilan,
sino que nunca actúan y son ellos los carecen del ingrediente esencial
que se requiere en dosis inmensas para cualquier logro que resulte
personalmente sensacional: autorrespeto. Si creemos internamente que
fracasaremos en lo que vamos a hacer, o si tenemos miedo de actuar, el
resultado con frecuencia es degradante para nosotros mismos.
Obviamente
hay límites a lo que podemos hacer y los que se rehusan a reconocer
límites son negligentes y finalmente estúpidos; pueden estar
desordenadamente hambrientos de poder y/o ser completamente
imprácticos. La presunta omnipotencia egoísta y la ambición arrogante
están tan fuera del mundo ya que la naturaleza humana nos dicta que,
si vamos de tener éxito en lo que nos proponemos, tenemos que hacer una valoración realista de lo que es objetivamente posible.
Si nuestros sueños no se apoyan en un análisis intelectual del mundo
real, se pueden arruinar. El simple hecho de querer algo y empeñarnos en
conseguirlo, nunca es suficiente; necesitamos inteligencia para
valorar objetivamente las circunstancias en las que actuamos y por lo
tanto en la posibilidades como en los límites; sin embargo se se puede
ser afortunado pero no por ello se debe jugar constantemente con la
vida por lo que sugiero que nuestros riesgos deben sean bien
calculados. Nunca debemos de tomarlos sin la presuposición del éxito.
Como
decía Aristóteles: "el valor debe de armonizarse con la inteligencia",
uno puede ser el arquitecto de su propio destino, pero no debe de ser
uno tan infantil como para lograrlo sin preparación. El valor sin
cálculo es estupidez. Aprendamos de las mismas experiencias ajenas como
si nuestros planes y proyectos no tuvieran posibilidades de éxito,
porque es más sabio (y lógico) no actuar si en casos similares no ha
dado resultados; aquello de que "no se vive en cabeza ajena" es una
falacia total. La deliberación es el proceso fundamental para
convertirnos en arquitectos de nuestro destino, las elecciones y
decisones que son hechas como producto de un proceso de investigación
reflexiva, e incluso retrospectiva, tienden a ser más efectivas. Estas
elecciones están basadas en una consideración de los hechos, de las
posibilidades, de las limitaciones, de los medios a nuestra
disposición, de las alternativas que están disponibles y que podemos
crear y de una valoración de las posibles consecuencias de los varios
posibles escenarios de acción. Pero es necesario recordar que uno no
vive solamente para actuar, sino para apreciar los gozos de la
experiencia.
Al tratar de modelar nuestro destino, uno
siempre debe de luchar por el éxito, pero si se fracasa-bien, la
respuesta adecuada es darnos espacio y ser amables con nosotros mismos y
decirnos que la próxima vez nos irá mejor porque para ser capaces de
tolerar las adversidades, sobrevivir psicológicamente a pesar de los
fracasos es la mejor medida preventiva. Para lograr un buen grado de
aceptación, debe uno verse a sí mismo en perspectiva, como si fuéramos
un espectador, reírnos de nuestros propios errores y ser capaces de
perdonarlos y enmendarlos. Alguna sabiduría filosófica siempre es un
antídoto necesario para enfrentar las vicisitudes de la existencia.
Debemos ser nuestros propios arquitectos para forjar nuestro destino
con base en reconocer y enmendar nuestros fracasos, así, solo así el
camino del éxito sera verdaderamente nuestro porque:
Cuando hay talento la suerte no existe.
Autor Desconocido
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