Arquitectos de Nuestro Propio Destino

Posted by Paul Raven On martes, 13 de marzo de 2012 0 comentarios



En muchos sentidos, lo que ocurre y ocurrirá alrededor de nuestras vidas depende de nuestra voluntad y de nuestra disposición para perseverar. Es el impulso de cada individuo, la persistencia firme de la voluntad y una fortaleza constante del carácter lo que compone el factor dinámico y fundamental del triunfo, del éxito.

Pero no siempre tenemos éxito, necesitamos con frecuencia ajustar nuestros sueños, aprender de nuestros errores y adaptarnos a las circunstancias que se nos van presentando. La inteligencia humana y el valor necesitan unirse, fundirse por medio de nuestra resistencia creativa e imaginativa. El impulso hacia el triunfo nos puede motivar fuertemente, pero aparte de la capacidad, la sagacidad, la destreza y el entrenamiento, el verdadero éxito requiere en grandes cantidades de paciencia y determinación, tenacidad y persistencia. En cierto sentido el que logremos nuestros fines es una función de si hemos descubierto nuestros poderes, nuestras capacidades.

¿Por qué algunas personas tienen confianza en sus poderes mientras que otras no? Es una pregunta muy compleja aunque muy fácil de responder. La búsqueda de una vida completa depende de la cantidad y calidad de la audacia e involucra la convicción de que si intentamos algo, podremos hacerlo.

Los antiguos filósofos griegos decían que "no sabemos lo que podemos hacer hasta que lo intentamos". Pero, ¿por qué algunos hombres carecen de la capacidad para intentar, mientras que otros están dispuestos a tomar riesgos y a aventurarse? Algunos han aprendido la lección indiscutible que "el que no arriesga, no gana".

Pero muchos otros nunca se aventuran y prefieren la seguridad, gozan de su círculo de confort. Muchos están abrumados por la indecisión y son incapaces e indispuestos para decidir oportunamente, ellos permiten que los eventos se les escurran como agua entre los dedos, impotentes para actuar o conquistar. En ese proceso, se vuelven meros espectadores que se debilitan cada vez má por la incertidumbre y la indecisión y son abrumados por la precaución y el estremecimiento.

El temor es una fuente de debilidad humana y mientras uno tenga miedo de actuar, de llevar a cabo algo nuevo, no se puede pensar en la verdadera autonomía, en la Libertad real. Hay un proverbio chino que dice "el que se muestra renuente, pierde". Pero muchos no solamente vacilan, sino que nunca actúan y son ellos los carecen del ingrediente esencial que se requiere en dosis inmensas para cualquier logro que resulte personalmente sensacional: autorrespeto. Si creemos internamente que fracasaremos en lo que vamos a hacer, o si tenemos miedo de actuar, el resultado con frecuencia es degradante para nosotros mismos.

Obviamente hay límites a lo que podemos hacer y los que se rehusan a reconocer límites son negligentes y finalmente estúpidos; pueden estar desordenadamente hambrientos de poder y/o ser completamente imprácticos. La presunta omnipotencia egoísta y la ambición arrogante están tan fuera del mundo ya que la naturaleza humana nos dicta que, si vamos de tener éxito en lo que nos proponemos, tenemos que hacer una valoración realista de lo que es objetivamente posible. Si nuestros sueños no se apoyan en un análisis intelectual del mundo real, se pueden arruinar. El simple hecho de querer algo y empeñarnos en conseguirlo, nunca es suficiente; necesitamos inteligencia para valorar objetivamente las circunstancias en las que actuamos y por lo tanto en la posibilidades como en los límites; sin embargo se se puede ser afortunado pero no por ello se debe jugar constantemente con la vida por lo que sugiero que nuestros riesgos deben sean bien calculados. Nunca debemos de tomarlos sin la presuposición del éxito.

Como decía Aristóteles: "el valor debe de armonizarse con la inteligencia", uno puede ser el arquitecto de su propio destino, pero no debe de ser uno tan infantil como para lograrlo sin preparación. El valor sin cálculo es estupidez. Aprendamos de las mismas experiencias ajenas como si nuestros planes y proyectos no tuvieran posibilidades de éxito, porque es más sabio (y lógico) no actuar si en casos similares no ha dado resultados; aquello de que "no se vive en cabeza ajena" es una falacia total. La deliberación es el proceso fundamental para convertirnos en arquitectos de nuestro destino, las elecciones y decisones que son hechas como producto de un proceso de investigación reflexiva, e incluso retrospectiva, tienden a ser más efectivas. Estas elecciones están basadas en una consideración de los hechos, de las posibilidades, de las limitaciones, de los medios a nuestra disposición, de las alternativas que están disponibles y que podemos crear y de una valoración de las posibles consecuencias de los varios posibles escenarios de acción. Pero es necesario recordar que uno no vive solamente para actuar, sino para apreciar los gozos de la experiencia.

Al tratar de modelar nuestro destino, uno siempre debe de luchar por el éxito, pero si se fracasa-bien, la respuesta adecuada es darnos espacio y ser amables con nosotros mismos y decirnos que la próxima vez nos irá mejor porque para ser capaces de tolerar las adversidades, sobrevivir psicológicamente a pesar de los fracasos es la mejor medida preventiva. Para lograr un buen grado de aceptación, debe uno verse a sí mismo en perspectiva, como si fuéramos un espectador, reírnos de nuestros propios errores y ser capaces de perdonarlos y enmendarlos. Alguna sabiduría filosófica siempre es un antídoto necesario para enfrentar las vicisitudes de la existencia. Debemos ser nuestros propios arquitectos para forjar nuestro destino con base en reconocer y enmendar nuestros fracasos, así, solo así el camino del éxito sera verdaderamente nuestro porque:

Cuando hay talento la suerte no existe.


Autor Desconocido

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